AUTOR: MANUEL VAZQUEZ
Panorama internacional y nacional
La situación internacional hacia fines de 1917 se
distinguió por su conflictividad. Europa se vio envuelta en
distintos conflictos como la Primer Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique,
la agresión imperialista de catorce países al naciente estado obrero ruso, los
movimientos sociales en Alemania, la República Soviética de BelaKun en Hungría,
y la agitación obrera en Italia, España y Francia. En América
Latina llegaba a su fin la Revolución Mejicana, y en Nicaragua Augusto
Cesar Sandino encabezaba la lucha antiimperialista.
En el país, producto de la guerra del 14, la economía
agroexportadora se vio afectada cuando los precios internacionales comenzaron a
bajar y prácticamente se cerraron los mercados europeos. Por otra parte se
redujo drásticamente el flujo de los productos manufacturados que el país
importaba. La situación empeoró al aumentar la inflación y la desocupación.
El primer gobierno de Hipólito
Yrigoyen enfrentó un panorama económico signado por la depresión entre
1914 y 1917, con la interrupción de inversiones extranjeras, una baja del valor
de las tierras, menores importaciones y desempleo. A partir de 1917 hasta 1921
hubo un incremento de las exportaciones, más alimentos para Europa y desde 1922
hasta 1929 se produjo una prolongada fase de recuperación, en donde las
importaciones superaron a las exportaciones. En la industria frigorífica se
agudizaron las disputas entre los capitales de EEUU y los británicos.
Desde 1918 crecieron los puestos de trabajo en los
puertos, ferrocarriles, en las industrias metalúrgicas, frigoríficos,
construcción, etc. Antes de 1915, la sindicalización era baja, y en la
segunda década se produjeron cambios estructurales, como el surgimiento de
varias federaciones de industria, concentración de fuerzas, extensión de las
organizaciones, sindicalización de sectores medios, mientras que el sindicato
continuó siendo el lugar de participación de los inmigrantes.
La política que llevó adelante Yrigoyen hacia
el movimiento obrero estuvo caracterizada por un intento de establecer
una nueva relación entre el Estado y los trabajadores. Incluía en su proyecto
la integración política de la clase obrera urbana, cambiando apoyo por
votos, procurando limitar la influencia del Partido Socialista entre los
trabajadores. A la vez el poder de policía se ejerció favoreciendo a unos y
otros, intentando una conciliación entre el capital y el trabajo, con una
política destinada a que los sindicatos tuvieran “acceso y comunicación con el
gobierno”, con claras actitudes de “paternalismo obrero”. Las posiciones del
gobierno radical oscilaron entre el arbitraje, las negociaciones y la
represión.
Los arbitrajes se dieron en la huelga de los
obreros marítimos en 1916 por mejores salarios, donde peligraban las
exportaciones de las cosechas de cereales, y el gobierno se mantuvo neutral;
posteriormente, durante la huelga de los municipales de Buenos Aires,
el gobierno accedió al reclamo de la reincorporación de los obreros de origen
español; la misma metodología se aplicó durante 1917-18 en el conflicto de
los ferroviarios. Mientras que la represión apareció abiertamente en
la disputa en los frigoríficos en 1917-18, en los Talleres
Vasena, en enero de 1919, durante la masacre de la Semana Trágica. Los
sucesos continuaron con la represión y las muertes proletarias durante
1921 en la Patagonia y en el norte santafesino en
territorios de La Forestal.
Desde 1916 hubo huelgas de obreros portuarios,
municipales, agrarios, frigoríficos, ferroviarios. En 1917 hubo 136.000
trabajadores en huelga; al año siguiente fueron 138.000, pero en 1919 la
cifra subió a más de 300.000. El 70 por ciento de los huelguistas pertenecía al
sector de los transportes, lo que también marcó una diferencia con los
movimientos de la primera década del siglo, que en su mayoría se daban en
pequeñas empresas.
El conflicto en la empresa Vasena
La firma “Pedro Vasena e Hijos”, convertida poco
después en los “Establecimientos Metalúrgicos San Martín-Tamet”, poseía un
gran establecimiento metalúrgico que empleaba a 2500 trabajadores. La
fábrica estaba ubicada donde hoy está la Plaza Martín Fierro. Su titular era
descripto como un “burgués próspero y despiadado”, y en 1919 estaba
necesitado de proteger sus ganancias de las causas que la primera guerra
mundial había engendrado: suba de precios de las materias primas y del
petróleo.
El 2 de diciembre de 1918, los operarios se declararon
en huelga. Sus reclamos eran: aumentos de salarios, jornadas de ocho
horas, premios para el trabajo los domingos y horas extras, abolición del
trabajo a destajo y reincorporación de los compañeros despedidos a causa
de las actividades gremiales.
El Departamento Nacional del Trabajo había hecho lugar a
los reclamos y dispuso satisfacer las demandas que fueron desoídas por la
patronal. La empresa intentaba seguir funcionando con obreros rompehuelgas
provistos por la Asociación Nacional del Trabajo, una asociación de empresarios
que junto con el embajador inglés quiso entrevistarse con Yrigoyen, quien no
los recibió y los hizo echar de la casa de gobierno.
Los directivos no recibieron a la comisión de huelga,
rechazaron el petitorio, y en cambio contrataron a carneros y rompehuelgas, con
los que lograron mantener cierta actividad en los talleres. Inmediatamente se
instalaron piquetes obreros en las inmediaciones de la fábrica. La patronal
respondió reclutando a numerosos matones para “proteger los bienes de la
empresa” y les proveyeron armas.
Los huelguistas enfrentaron a los “guardias
blancos” de Vasena y se sucedieron incidentes, cada vez más frecuentes y
violentos, sobre todo en el trayecto recorrido por los carros que transportaban
materiales desde los depósitos hasta los talleres. Presionado por la empresa,
el gobierno nacional ordenó que fuerzas policialescustodiaran esos
convoyes. El conflicto entró en una espiral de violencia y el 24 de diciembre
se incendió el auto del propio Jefe de policía.
Luego, se conoció la clásica declaración de un
funcionario policial: “La restricciones y prohibiciones a la policía para
proceder con energía aun en el caso de ser injuriada o atacada a pedradas, y la
conducta insolentemente provocativa de los especulativos turiferarios del
obrerismo, fueron engendrando un fuerte encono y una cólera sorda en los
hombres de la repartición, que se desbordó en forma implacable, inexorable,
vengativa”. La dirección de Vasena despidió a los huelguistas.
Represión y resistencia
El 7 de enero de 1919, por la tarde, 6 chatas que
salían de los depósitos eran seguidas por gran número de huelguistas,
quienesacompañados de sus mujeres y de sus hijos reclamaban a los carreros
que abandonaron su papel de rompehuelgas. “La caravana pasó frente a la escuela
situada en la esquina de Alcorta y Pepirí, donde desde algunos días antes
habían quedado acantonados veinte bomberos armados y diez ‘cosacos’ de la
guardia de seguridad. Se inició entonces un violento tiroteo, de origen
incierto -ya que huelguistas y uniformados se achacaron mutuamente la
agresión-, que duró más de una hora. La llegada de tropas de refuerzo que
establecieron una línea de tiradores de seis cuadras y patrullaron intensamente
toda la zona puso fin al incidente.Un obrero apareció muerto a sablazos en
medio de la calle y otros cuatro fueron víctimas de los disparos -algunos
en el interior de su propia casa-; entre veinte y cuarenta heridos escaparon con
vida y no hubo detenciones. Las fuerzas armadas no registraron más que un
herido leve”.
Estos hechos provocaron en los medios obreros una enorme
indignación, que la prensa anarquista de La Protesta se encargó de
divulgar haciendo un llamado a los trabajadores "Sin falta,
trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta ahora más que nunca. Esto
no puede quedar en silencio. No! Y mil veces No! El pueblo no se ha de dejar
matar como mansa bestia. Incendiad, destruid sin miramientos obreros; Vengaos,
hermanos! El crimen de las fuerzas policiales embriagadas por el gobierno y por
Vasena clama el estallido revolucionario. Espantemos las gallinas, camaradas, y
manos a la obra . . ."
Alfredo Vasena “se dignó a reunirse con los delegados
gremiales en el Departamento de Policía y les ofreció la reducción de la
jornada laboral a 9 horas, un 12 % de aumento de jornales y admisión de
cuantos quisieran trabajar. Como la reunión se hizo larga, se decidió
continuarla al día siguiente en la propia fábrica. Los obreros llegaron
puntualmente a las diez, pero don Vasena se negó a reunirse argumentando
que entre los delegados había activistas que no pertenecían a su plantel”.
Los obreros armados de cierta paciencia conformaron otra
delegación que presentó el pliego de condiciones de los huelguistas. Vasena
prometió contestar al día siguiente y, a pedido de los obreros, ordenó que
dejaran de circular las chatas de transportes. Pero los hechos se iban a
precipitar.
Parte de la jornada del 9 de enero quedó reflejada en La
Prensa, en una crónica que planteaba que “todas las organizaciones obreras
manifestaron su protesta. La Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos fue
más lejos, proclamando la huelga general, y lo mismo hicieron al otro día la
FORA (5º C.) y muchas federaciones de oficio. Los piquetes que recorrieron las
calles en la mañana del 9 terminaron por imponerla a toda la ciudad. Los
comercios y las fábricas cerraron sus puertas, el tráfico fue suspendido
totalmente, y en medio de la curiosidad y la sorpresa del vecindario
recorrieron las calles, enarbolando banderas rojas y negras, las comisiones de
huelguistas".
Según las crónicas periodísticas, “las delegaciones
gremiales y una enorme multitud, en la que abundaban las mujeres y los niños,
se iba reuniendo alrededor de los locales donde eran veladas las víctimas: el
de los metalúrgicos, en Avda. Alcorta, y el centro socialista de la calle
Loria. Hacia la una de la tarde, el enorme cortejo -estimado por fuentes
obreras en 200.000 personas- se puso lentamente en movimiento tras los ataúdes,
conducidos a pulso y cubiertos por banderas rojas. Una vanguardia de 150
hombres, formaban la ‘autodefensa obrera’, iban armados con revólveres y
carabinas.
“Al acercarse a
los talleres de Vasena los disparos que desde allí se realizaban provocaron
corridas y escenas de pánico entre los manifestantes, exacerbando la excitación
general. Mientras algunos grupos se desprendían, otros se sumaban a los que
desde la mañana sitiaban los talleres y se tiroteaban con sus ocupantes. El
resto siguió la marcha, uniéndose con los que esperaban el paso de la columna
de la calle Loria. La creciente agitación de los manifestantes se iba
transmitiendo a los barrios que atravesaban en su largo trayecto hacia la
Chacarita. Numerosos incidentes, tiros, alarmas y corridas, mantenían la
tensión y fragmentaban la marcha. Los grupos más exaltados se armaban saqueando
las armerías, otros prendían fuego a los tranvías abandonados en las calles.
“Al pasar por Corrientes y Yatay estalló un nuevo
tiroteo: algunos señalaron que los disparos provenían del colegio anexo a la
iglesia ubicada en esa cuadra. Entonces la muchedumbre, dando muestras en
sus exteriorizaciones de gritos y ademanes de gran irritación, prendía fuego a
un colegio y parte de la capilla. Otros que habían conseguido penetrar en el
interior, arrojaban al aire hechas pedazos las imágenes y cuantos objetos de
uso religioso o privado encontraban a su paso Los sacerdotes que ocupaban el
establecimiento se defendían entretanto del asalto y, parapetados adonde aún no
habían llegado los asaltantes, hacían fuego contra estos y contra los que
pretendían continuar perpetrando en el local".
La llegada de una dotación de bomberos, que desde
las ventanas del edificio hicieron cerradas descargas sobre la multitud,
terminó por dispersarla produciendo numerosas víctimas.
El resto de la columna -que ocupaba aún tres cuadras-
continuaba su accidentado recorrido desbordante de furia, incendiando coches y
tranvías, un camión de bomberos y los vagones de un tren que intentó cortar su
paso.
Aproximadamente a las 17 horas, la interminable columna
obrera llegó a la Chacarita, la gente se fue acomodando como pudo entre las
tumbas. Y se encontraron con un destacamento del Ejército y gran cantidad
de policías. Comenzaron los discursos. En primera fila estaban los familiares
de los asesinados. Madres, padres, hijos, hermanos desconsolados. Mientras
hablaba el dirigente Luis Bernard, surgieron abruptamente detrás de los muros
del cementerio miembros de la policía y del ejército que comenzaron a disparar
sobre la multitud. Era una emboscada. La gente buscó refugio donde pudo,
pero fueron muchos los muertos y los heridos. Los sobrevivientes fueron
empujados a sablazos y culatazos hacia la salida del cementerio. Según los diarios,
hubo 12 muertos y casi doscientos heridos. La prensa obrera habló de
cientos de muertos y más de cuatrocientos heridos. Ambas versiones coinciden en
que entre las fuerzas militares y policiales no hubo bajas. La impunidad iba en
aumento. No había antecedentes de semejante matanza de obreros.
Otro foco de graves disturbios se dio alrededor de
los talleres Vasena. Desde la mañana habían sido rodeados por nutridos
grupos de obreros, y sus pedradas -contestadas por armas de fuego- iniciaron
un combate que duró todo el día, los sitiadores trataron de voltear
los portones de la fábrica y al no lograrlo comenzaron a prenderles fuego. En
el interior del edificio se encontraba el director-gerente Alfredo Vasena con
otros miembros del directorio y una delegación de la Asociación Nacional del
Trabajo, encabezada por el presidente de la Bolsa de Comercio. Los empresarios
encerrados pidieron protección al ministro del Interior y al de Guerra, y uno
de ellos, súbdito británico, solicitó la intervención del embajador de su país.
Hacia las tres de la tarde llegó el recién designado
jefe de policía, Elpidio González, figura prominente del radicalismo. Este
intentó arengar a los huelguistas, que reaccionaron violentamente, incendiando
incluso el coche en que viajaba. La llegada de más de 100 bomberos armados,
reforzados por policías y "cosacos" y de un piquete de soldados de
infantería con una ametralladora, desencadenó finalmente una batalla
campal que se prolongó hasta la noche, dejando -según fuentes
policiales- un saldo de 24 muertos y 60 heridos. Como episodios semejantes se
multiplicaban por todas partes, ante la imposibilidad de controlar la situación
y temiendo que los hechos respondieran a un complot revolucionario, el
gobierno dispuso el acuartelamiento de todas las fuerzas represivas, dejando
prácticamente las calles en poder de los obreros. Un diario de esa tarde
llegaba "al triste convencimiento de que no tenemos gobierno" y de
que "el poder, pues, está en la huelga, no en el gobierno".
Tras haber recibido la noticia de que la huelga se
había extendido a Rosario, Santa Fe, Mar del Plata, Bahía Blanca, hacia el
noroeste de la provincia de Buenos Aires y de que la Capital Federal estaba
aislada del resto del país a causa del paro de los ferroviarios y de la
Asociación Obrera Marítima, el presidente, Hipólito Yrigoyen, citó al día
siguiente en su despacho a don Pedro Vasena (su correligionario Leopoldo Melo
era abogado .de la empresa) y lo instó a aceptar los reclamos sindicales. El
conflicto se resuelvió por la rendición incondicional del empresario. Así lo
entiende la FORA del IX Congreso, que da por terminado el movimiento.
La FORA V, en cambio, cree que ha sonado la hora de la revolución social y
deciden continuar la huelga.
El general Luis J. Dellepiane, comandante de la
división con asiento en Campo de Mayo, se había constituido en la ciudad, y
procedió a ocupar con sus tropas distintos puntos estratégicos. Los enemigos a
combatir eran los trabajadores en huelga y aquellos que se solidarizaban.
Convoca a la prensa. “Es seco y categórico. Amenaza ‘emplazar la artillería en
la plaza del Congreso y atronar con los cañones toda la ciudad’.” La Nación de
esa fecha subraya en su crónica otra advertencia del jefe
militar: "Hacer un escarmiento que se recordará durante 50 años".
Finalmente el 11 de enero el gobierno radical llegó a un
acuerdo con la FORA IX basado en la libertad de los presos que sumaban más
de 2.000, un aumento salarial de entre un 20 y un 40 %, según
las categorías, el establecimiento de una jornada laboral de nueve
horas y la reincorporación de todos los huelguistas despedidos.
Poco después las autoridades de la FORA y del Partido Socialista resolvieron la
vuelta al trabajo.
El vespertino La Razón titulaba: “Se terminó la huelga,
ahora los poderes públicos deben buscar los promotores de la rebelión, de esa
rebelión cuya responsabilidad rechazan la FORA y el PS”. Pero el dolor y
la conmoción popular continúan. Los trabajadores se muestran renuentes a volver
a sus trabajos. En las asambleas sindicales las mociones por continuar la
huelga general se suceden. Por su parte, la FORA V se opone terminantemente a
levantar la medida de fuerza y decide “continuar el movimiento como forma de
protesta contra los crímenes de Estado”.
Finalmente, el general Luis Dellepiane, recibió el
martes 14 de enero por separado a las conducciones de las dos FORA y aceptó sus
coincidentes condiciones para volver al trabajo que incluían “la supresión de
la ostentación de fuerza por las autoridades” y el “respeto del derecho de
reunión”. Pero pasando por encima del general, la policía y miembros de la
Liga Patriótica se dieron un gusto que venían postergando: saquearon y
destruyeron la sede de La Protesta.
La rebelión social duró exactamente una semana, del 7 al
14 de enero de 1919.La huelga había triunfado. No hubo sanciones para las
fuerzas represivas. Dellepiane, el jefe de la represión, dictó la siguiente
orden: “Quiero llevar al digno y valiente personal que ha cooperado con
las fuerzas del ejército y armada en la sofocación del brutal e inicuo
estallido, mi palabra más sentida de agradecimiento, al mismo tiempo que el
deseo de que los componentes de toda jerarquía de tan nobles instituciones,
encargadas de salvaguardar los más sagrados intereses de esta gran metrópoli,
sientan palpitar sus pechos únicamente por el impulso de nobles ideales,
presentándolos como coraza invulnerable a la incitación malsana con que se
quiere disfrazar propósitos inconfesables y cobardes apetitos”.
El embajador de Yrigoyen en Gran Bretaña, Álvarez de
Toledo, tranquilizaba a los inversores extranjeros en un reportaje concedido al
Times de Londres y reproducido por La Nación: “Los recientes conflictos obreros
en la República Argentina no fueron más que simple reflejo de una situación
común a todos los países y que la aplicación enérgica de la ley de residencia y
la deportación de más de doscientos cabecillas bastaron para detener el avance
del movimiento, que actualmente está dominado. [Agregó que] la República
Argentina reconoce plenamente la deuda de gratitud hacia los capitales
extranjeros, y muy especialmente hacia los británicos por la participación que
han tenido en el desarrollo del país, y que está dispuesto a ofrecer toda clase
de facilidades para otro desarrollo de su actividad”.
¿Cuántas fueron las víctimas de la represión? El
escritor Diego Abad de Santillán computa 1.500 muertos y 5 mil heridos Hubo,
además, 55.000 prontuariados, con la accesoria, para muchos, de una quincena de
confinamiento en la isla Martín García.
En su libro "La Semana Trágica", el comisario
A. Romariz (oficial de la seccional 34a. de la Boca, durante los sucesos),
agrega detalles escalofriantes: los cadáveres eran rápidamente incinerados
conforme a indicaciones del general Dellepiane. El mismo pudo comprobarlo en la
Morgue, cuando acudió a reclamar el cuerpo de un
suboficial. "Entretenga a la viuda hasta que se olvide", le dijo
el funcionario que lo atendió, escudándose en esa orden.
A modo de conclusión
Desde su origen en las últimas décadas del Siglo XIX, la
clase obrera de nuestro país fue protagonista de las más variadas experiencias,
con derrotas y triunfos, con luchas en la legalidad y la clandestinidad, años
de negociaciones y enfrentamientos, con poder creciente como clase y de sus
organizaciones sindicales, sufriendo fuertes represiones y
persecuciones. Pablo Pozzi en su libro “Oposición obrera a la
dictadura” puntualizó que “este peso del movimiento obrero sobre la
evolución socio-política y económica de la Argentina ha originado numerosas
polémicas, análisis y discusiones. La clase obrera como factor de
desestabilización y crisis social, como gestora de un futuro mejor; base del
autoritarismo fascistoide o combativa y latentemente revolucionaria; una clase
consciente y madura o poco desarrollada y aburguesada; estas son todas
interpretaciones parciales del pasado social argentino”.
Debemos ver a la huelga de los metalúrgicos de los
Talleres Vasena, la posterior represión y resistencia, que pasó a la historia
como la “Semana Trágica”, como uno de esos heroicos hitos de la clase
obrera, que nos ha dejado muchas enseñanzas.
Se reclamó por sus derechos, se fue a la huelga, se
realizaron asambleas, se recibió la solidaridad de todos los trabajadores, se
resistió, se luchó en las calles y no se dudó en enfrentar a las fuerzas policiales,
al Ejército y a la Liga Patriótica, en una clara muestra de autodefensa de
clase.
Y lo que quedó en claro fue la decisión de la clase
dominante de recurrir a la represión, que fue despiadada y cruel, para
solucionar un conflicto entre el capital y el trabajo. Esas jornadas forman
parte de la larga lista de “Esa Maldita Costumbre de Matar”.
La Patagonia Rebelde
La Patagonia
rebelde, también conocida como la Patagonia trágica, es el nombre que recibió la lucha protagonizada
por los trabajadores anarcosindicalistas en rebelión de
la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, entre 1920 y 1921.
Comenzó como una huelga contra
la explotación de los obreros por parte de sus patrones, luego reprimida por
el ejército al mando del teniente coronel Héctor Benigno Varela, enviado por el
entonces presidente Hipólito Yrigoyen bajo presión del Gobierno
británico.
A su término, entre 300 y 1500 obreros habían sido fusilados o
muertos en combate.La policía informa la pérdida de 5 de sus hombres y el
ejército admite haber perdido 2 soldados. También se reporta que hubo crímenes
sexuales, varias esposas de los estancieros, trabajadores y policías tomados
rehenes fueron violadas por los huelguistas. Varela en su informe al
Ministerio de Guerra afirmó que los trabajadores planeaban derrotar a la
expedición militar y más tarde con la ayuda de los obreros de los sindicatos,
tomarían el poder en Buenos Aires.Además, se ha afirmado que los hombres de
Varela combatieron contra carabineros chilenos y que se capturó a diez de
ellos.
Los acontecimientos
La FORA (Federación Obrera Regional Argentina) había organizado en Río
Gallegos, Provincia de Santa Cruz, la Sociedad Obrera
de Río Gallegos,dirigida por el anarquista español, Antonio
Soto, conocido como el Gallego Soto. Santa Cruz era un centro de producción
de lana con destino a la exportación, con grandes latifundios y
frigoríficos ingleses. La baja demanda de los stocks de lana que estaban
acumulados al finalizar la Primera Guerra Mundial, y la caída del
precio de $9,74 a $3,08 regresando así al nivel normal de cotización en tiempos
de paz, darán lugar a una crisis regional. Esta afectó a los estancieros y
comerciantes, pero repercutió aún más sobre los trabajadores laneros y los peones
rurales, que vivían en condiciones miserables. Con el fin de la Guerra, el
precio de las exportaciones primarias patagónicas bajó. La jornada normal de
los obreros de ese entonces era de 12 horas, la de los esquiladores y los
arrieros rondaba las 16 horas; los salarios eran ínfimos, y frecuentemente eran
pagados en bonos o en moneda extranjera que al cambiarla en los comercios era
tomada por un valor menor. A esto se sumaba que el único día de descanso
laboral era el domingo.
Una huelga de protesta en septiembre de 1920 contra las
arbitrariedades de la autoridad policial,el boicot a tres
comerciantes ligados a la Sociedad
Rural y la detención de los dirigentes de la Sociedad Obrera,
profundizó el enfrentamiento. Acudieron delegados de toda la provincia, que
discutieron las medidas a exigir a la Sociedad Rural. En esta situación, los
obreros congregados en la Sociedad Obrera de Río Gallegos presentaron a la
patronal un pliego de reivindicaciones exigiendo un mejoramiento de las
condiciones laborales.
Entre otras demandas, los obreros exigían que en
recintos de 16 m² no durmieran más de tres hombres, que se entregase un paquete
de velas a cada obrero mensualmente,que no se trabajase los sábados, un
mejoramiento de las raciones de alimentos, un sueldo mínimo mensual de 100
pesos y el reconocimiento de la Sociedad Obrera como el único representante
legítimo de los trabajadores, aceptando el nombramiento de un delegado como
intermediario entre las partes en conflicto. Este pliego fue rechazado por la
organización que nucleaba a los estancieros, la Sociedad
Rural. La respuesta de los trabajadores fue declarar la huelga general en
toda Santa Cruz.
Primera huelga
El 1 de
noviembre de 1920 se declaró la huelga general. El 3 de
noviembre intentaron asesinar al dirigente Antonio Soto, pero logra escaparse.
El 18 de noviembre en una asamblea en la Sociedad
Obrera se hace una nueva propuesta en un 2° pliego a la Sociedad
Rural, que será aceptada por un reducido grupo de estancieros el 2 de
diciembre. En Puerto Deseado y en Puerto San Julián también se declara la
huelga general, liderada por anarquistas, plegándose los ferroviarios y los
empleados de La Anónima. El 17 de diciembre la policía
asesina al huelguista Domingo F. Olmedo.
La Sociedad Obrera, en una asamblea en que se discutían
los pasos a seguir, radicaliza su posición al prevalecer la tendencia de
la FORA del V Congreso (anarquista) sobre la
de la FORA del IX
Congreso (sindicalista). Antonio Soto viaja clandestinamente a
Buenos Aires buscando apoyo y solidaridad en el Congreso de la FORA que se
realizaba en esos días.
Los huelguistas continuaron tomando como rehenes a policías,
estancieros y al personal administrativo de los establecimientos rurales,
incautando las armas y los alimentos para el sustento de las columnas
movilizadas. Hasta ese momento no habían ocurrido hechos de violencia graves,
con excepción de los protagonizados por una banda anarquista liderada por
Alfredo Fonte alias "El Toscano", que asaltaba estancias.
En la región del Lago
Argentino, los obreros se organizaron en columnas y marcharon por las
estancias levantando a la peonada, movilizándose de un lugar a otro, para
evitar las represalias policiales y dirigirse hacia Río
Gallegos. El 4 de enero, al llegar al paraje denominado El Cerrito,
la policía dice haber caído en una emboscada.Como resultado del combate, tres
policías fueron muertos y varios heridos. Según algunos autores, este hecho fue
manipulado por los periódicos que respondían a la Sociedad Rural, al
gobernador Edelmiro Correa Falcóny a
la Liga Patriótica Argentina, para pintar un cuadro
de situación en el que la provincia entera había caído en manos del bandolerismo anarquista.
Lo que procuro este sector era involucrar al Gobierno nacional que
presidía Hipólito Yrigoyen en la represión del
movimiento obrero.
El 21 de
enero los obreros toman la estancia La Anita, tomando de
rehenes a sus dueños y al comisario Micheri; luego toman la estancia La
Primavera. El 29 de enero llega el nuevo gobernador en reemplazo de Correa
Falcón, el capitán Ángel Ignacio Yza, de
extracción yrigoyenista. Su política será de tipo conciliadora, buscando
arreglos pacíficos entre las partes. Mientras tanto, las tropas del Ejército
comandadas por el teniente coronel Héctor Benigno Varela llegan a Puerto
Santa Cruz el 2 de febrero y se trasladan de inmediato a Río
Gallegos. La llegada de las tropas argentinas no calmó al Gobierno
británico que demandó la protección inmediata de sus ciudadanos en la
Patagonia.
El gobernador Yza acuerda con Varela no recurrir a la
represión y se entrevistan con los huelguistas en la estancia El Tero el 15 de
febrero. Las condiciones eran deponer las armas y la liberación de los rehenes.
A cambio se reconocían gran parte de las demandas de los trabajadores,
aceptándose un convenio que los patrones habían propuesto a los obreros con
fecha 30 de enero.Al día siguiente se levanta la huelga,
mientras se vivía un clima de triunfo en la Sociedad Obrera. El conflicto llega
a un principio de solución a través de un laudo del gobernador Yza, que es
aceptado por las partes y homologado por el Departamento de Trabajo de la
Nación (22 de febrero de 1921).
Luego del acuerdo con el gobernador Yza, las tropas de
Varela retornan a Buenos Aires en mayo de 1921.Lejos de cumplirse el acuerdo,
la patronal comienza una serie de represalias contra los participantes de las
huelgas en las estancias y en los puertos de Santa Cruz. Comenzaron a actuar
las fuerzas policiales con refuerzos parapoliciales integrados por miembros de
la Liga Patriótica del nacionalista Manuel
Carlés.
Intermedio: profundización del conflicto
El grupo de estancieros, comerciantes y capitalistas
patagónicos nucleados en la Sociedad
Rural (y apoyados por la Liga Patriótica y algunos funcionarios
policiales) abrió la ofensiva contra los otros grupos de intereses que se le
enfrentaban: los obreros de la Sociedad Obrera y los radicales yrigoyenistas.
Este último grupo respondió a las acciones de los estancieros por medio de su
periódico La Verdad, dirigido por Borrero, denunciando los
contratos leoninos que el frigorífico estadounidense Swift hacía firmar a los
obreros del gremio de la carne.
El conflicto finalizó con el triunfo del frigorífico,
ayudado indirectamente, sindicalistas de la FORA del IX
Congreso enviados desde Buenos Aires y enfrentados con Antonio Soto por su estilo
anarquista afín a la FORA del V Congreso. Desde su vocero La
Organización Obrera la FORA sindicalista atacaba a la Sociedad Obrera
de Río Gallegos de carácter anarcosindicalista, logrando que varios gremios se
separaran (el primero fueron los trabajadores gráficos, y a continuación los
chóferes y mecánicos). Así, el sector obrero quedó dividido, acercándose el
grupo de la FORA del IX al grupo yrigoyenista de Borrero y de Yza. Se inició
una serie de ataques a la Sociedad Obrera, con la publicación de volantes por
parte los dirigentes de la FORA sindicalista.
En mayo de 1921 los telegrafistas del correo de Río
Gallegos en huelga, cambian la comisión y rompen con la Sociedad
Obrera. El 10 de mayo en una asamblea realizada en el cine
"Select" de Río Gallegos, el dirigente de la FORA sindicalista Rogelio Lorenzo y su
"Sindicato autónomo de chauffeurs" ocuparon la sede de la Sociedad
Obrera. Un grupo de gremialistas encabezados por Soto los expulsó violentamente
del local.
Si bien los dirigentes enviados desde Buenos Aires
fueron estrepitosamente derrotados en asamblea, demostrando una nula capacidad
de movilización, la Sociedad Obrera comenzó a dar algunas muestras de
debilidad. A pesar de haber logrado unos triunfos parciales en boicots contra
algunos comerciantes acaudalados, el gobernador Yza dejó de tenerlos como
interlocutores válidos, reconociendo solamente a los de la FORA sindicalista.
La Sociedad Rural comenzó a mover sus influencias en
Buenos Aires, y propició una campaña en los periódicos La Prensa, La Razón y La Nación para denunciar el
peligro anarquista, el bandolerismo y la posibilidad de que el Gobierno chileno
intentase apoderarse de la región de Santa Cruz.Paralelamente, propiciaron la
inmigración de trabajadores "libres", es decir, rompehuelgas traídos
desde otras regiones, que serán objeto de graves agresiones por parte de los
obreros locales. El 29 de agosto de 1921 llegaron a Río Gallegos a bordo del
vapor El Asturiano. El dirigente obrero, cocinero de profesión.Rogelio Lorenzo,
de la FORA sindicalista, intentó conformar un gremio autónomo de trabajadores
rurales en el interior de la provincia, en especial en la zona de Lago
Argentino, inundando con volantes la región. Por esa razón Soto viajó por
toda la provincia de Santa Cruz, esclareciendo a
los trabajadores rurales, arrieros y esquiladores, sobre la naturaleza del
conflicto y el incumplimiento del acuerdo con Yza por parte de la patronal,
haciendo fracasar la maniobra de Lorenzo. La asamblea organizada por la FORA
sindicalista el 2 de octubre, fue un completo fracaso.
Pero durante el mes de octubre la situación llega a un
punto de no retorno. Uno de los puntos conflictivos fue la
actuación del grupo El Consejo Rojo, capitaneado por Alfredo Fonte
alias "El Toscano", que comenzó a perpetrar asaltos, saqueos y toma
de rehenes en las estancias de la provincia.A principios de octubre se
entrevistó con Antonio Soto para exponerle su
plan: huelga general, asaltar las estancias y tomar rehenes, de forma sorpresiva
y violenta. Soto se opuso, y sostuvo que había que hacer huelga o boicot
solamente a aquellos estancieros que no hubieran cumplido con el pliego
de condiciones y argumentó que era darle argumentos a la Sociedad
Rural. Ambos rompieron relaciones por completo. "El Toscano" fue
capturado el 8 de octubre, por el comisario Vera, paradójicamente,
denunciado por los obreros.
Soto partió en campaña y recorrió los parajes de Barranca
Blanca, El Tero, Mac Cormack, TapiAike, Fuentes del Coyle, Cancha Carrera,
Primavera, San José, Laurita, Rospentek, Punta Alta, Glen Cross, Rincón de los
Morros, Douglas, Bella Vista, Buitreras, Paso del Medio y Clark. Si bien logró
una adhesión aplastante entre los obreros rurales, la Sociedad Obrera había
quedado sin apoyos externos. Además la Sociedad Obrera había perdido
fuerza en los puertos, que respondían a la FORA sindicalista. En Puerto
Deseado los ferroviarios, y en Puerto San Julián y Puerto
Santa Cruz los obreros estibadores y de playa, no apoyaron la huelga.
El único apoyo era el de algunos anarquistas como Ramón Outerello, con excepción de Puerto San Julián, donde el dirigente era Albino Argüelles, socialista. El único apoyo en la
costa provenía de Río Gallegos.
Segunda huelga
El 24 de
octubre se allanaron y clausuraron los locales de la Federación Obrera
de Río Gallegos, Puerto Deseado, San Julián, Puerto Santa Cruz y se arrestaron
a los dirigentes obreros. Antonio Paris, secretario general de la Federación
Obrera es detenido y torturado por la policía; luego será deportado junto con
otros dirigentes obreros. Se declara la huelga general en Santa Cruz.Antonio
Soto, que estaba en la estancia Bella Vista, enarboló una bandera roja y
negra del anarquismo, y comenzó a impulsar la huelga y toma de estancias. A
comienzos de noviembre, Soto había levantado a los trabajadores de las
estancias Buitreras, Alquinta, Rincón de los Morros, Glencross, La Esperanza y
Bella Vista.
La policía inicia una apresurada ofensiva y detiene a
los dirigentes que Soto envía a Río Gallegos: Mogilnitzky, Sambucetti y
Severino Fernández son torturados y deportados en el vapor Vicente Fidel López,
mientras que son detenidos y apaleados José Graña, Domingo Oyola, Restituto
Álvarez y el dueño del bar donde se encontraban reunidos, Martín Tadich. La ola
de detenciones de dirigentes en las ciudades costeras aisló al movimiento
huelguístico, que siguió creciendo. Ramón Outerello logró evadirse de las
autoridades en Puerto Santa Cruz, iniciando un accionar más agresivo que
Antonio Soto, que no quería enfrentarse con el Ejército y el Gobierno. Outerello
comienza a organizar grandes columnas de obreros, y a tomar estancias,
dirigiéndose a los puertos, para romper el aislamiento. En la estancia alemana
Bremen, en Laguna Cifre, los huelguistas son atacados por los estancieros, con
el resultado de dos obreros muertos y varios heridos.
Llegada de Varela
El presidente argentino Hipólito Yrigoyen decidió el envío de tropas
del Regimiento 10° de Caballería “Húsares de Pueyrredón”, dividiéndola en 2
cuerpos. El principal era comandado por el jefe de la expedición, el teniente
coronel Varela, y el segundo cuerpo era comandado por el capitán Elbio
C. Anaya. Partieron el 4 de
noviembre de 1921 en el transporte Guardia Nacional.
El 10
de noviembre Varela arribó a Río Gallegos. Allí fue informado por los
miembros de la Sociedad Rural, las autoridades policiales y el Gobierno local
que Varela contaba con una tropa de 200 hombres bien pertrechados, mientras que
los huelguistas rondaban los dos millares, en parte armado con armas largas. El
historiador Osvaldo Bayer admite que algunos de los huelguistas estaban bien
armados con modernos fusiles y revolveres que obtuvieron de carabineros
chilenos que frecuentaban los bares de la zona en busca de alcohol, pero
si esta afirmación es cierta, no explica como estos carabineros evitaron ser
encarcelados o fusilados por quebrar el Código Militar Chileno al
regresar a sus unidades. Si bien se discuten las razones que lo llevaron a
hacerlo, por órdenes del Gobierno Nacional o guiado por su propio criterio, lo
cierto es que Varela impuso la "pena de fusilamiento" contra los
peones y obreros en huelga.Contra lo que posteriormente argumentarán los
autores de los fusilamientos para justificar su accionar, el Gobierno chileno
colaboró con las fuerzas argentinas cerrando la frontera para impedir el paso de
los huelguistas y permitiendo a las tropas argentinas incursionar en territorio
chileno para continuar su persecución.
El 11
de noviembre Varela con el tte.1° Schweizer y 12 soldados, partieron
en dirección a El Cifre, Paso Ibáñez. Allí Varela ordenó el primer
fusilamiento (cuando aún no había publicado su bando decretando lapena de
muerte): el prisionero chileno Triviño Cárcamo. Luego retornó a Río
Gallegos. El 12 de noviembreel capitán Viñas Ibarra con el
subtte. Frugoni Miranda y 50 soldados de tropa partieron en dirección a
Pari-Aike, Fuentes del Coyle, Primavera, Punta Alta, Cancha Carrera y
Cordillera de los Baguales. El 14
de noviembre, en las cercanías de Punta Alta atacaron a un centenar de
huelguistas con escasas armas de fuego, casi todos armados con cuchillos,
matando a 5 huelguistas y tomando prisioneros unos 80, de los que habría
fusilado a la mitad aproximadamente.
Outerello y su columna de 400 huelguistas se dirigieron
a Paso Ibáñez, que en esa época contaba con unos 800
habitantes, y ocupan el poblado. Llevaban consigo a numerosos policías,
estancieros y administradores de estancia como rehenes, a los que alojaron en
el cine local. Luego de resistir a las tropas de la marina con éxito, Outerello
solicitó parlamentar con Varela, que arribó el 23
de noviembre. Los huelguistas demandaron la libertad de los compañeros
presos y de los deportados, y el cumplimiento del pliego de condiciones que la
patronal había firmado. Varela les respondió que debían rendirse
incondicionalmente. Habían muertos el 26 de noviembre dos policías, Pedro Denis y N. Falcon en un enfrentamiento en
la estancia de Alejandro O'Connor.Mientras los obreros deliberaban (Outerello
era partidario de no rendirse y huyó a Cañadón León, Estancia Bella Vista),
Varela los atacó en Río Chico rindiendo a una columna dirigida por Avendaño, a
quien fusiló junto a decenas de huelguistas. Luego tendieron una emboscada al
grupo de Outerello el 1 de
diciembre, que resultó muerto junto a una decena de obreros; las tropas de
Varela no sufrieron bajas.
Las tropas dirigidas por el capitán Viñas Ibarra fueron
en persecución de las columnas lideradas por Antonio
Soto. El 2 de diciembre cruzaron el río Santa Cruz en
bote con 20 hombres y más adelante, sorprendieron a un grupo de huelguistas,
sometiéndolos en el paraje de "El Perro" donde son exterminados unos
20 obreros. En Cerro Negro las tropas de Viñas Ibarra recorrieron la región
"limpiándola" de activistas, y fusilándolos en el lugar donde se los
encontraba. Luego, avanzaron hacia la región de Lago
Argentino por el camino de Cordillera de los Baguales. El 6 de
diciembre en La Leona se entregaron voluntariamente unos 100
huelguistas, mientras que unos 80 siguieron a Soto a la estancia La Anita.
Viñas Ibarra luego de alcanzarlos les exigió una rendición incondicional.
Durante la noche discutieron en una asamblea, mientras las tropas se preparaban
para el asalto: la asamblea votó por la rendición, contra la posición de los
anarquistas, que no confiaban en el ejército. Los huelguistas envían dos
delegados a pedir condiciones para la rendición, pero Viñas Ibarra los fusila
en el acto. Finalmente llega la rendición incondicional. Según diversos
testimonios la cifra de fusilados oscilaría entre 100 y 200. Antonio Soto, que
era contrario a la rendición, huyó a caballo rumbo a Chile con 12 compañeros.
El 9 de diciembre, el grupo de Soto cruza la frontera
por la zona del cerro Centinela. Nunca será atrapado.Entre el 12 y el 20
de diciembre Viñas Ibarra recorrió la región capturando y fusilando a
los últimos huelguistas dispersos en la región.
La represión continuó desde la región de San Julián
hasta Cañadón León. Las tropas de Anaya el 17
de diciembre desde estancia San José marcharon hacia el norte. Cerca
del mediodía, luego de un tiroteo en Tapera de Casterán se tomaron numerosos
prisioneros. Si bien los militares declararon que murió tan solo el dirigenteAlbino Argüelles y dos huelguistas, se fusiló
un centenar de prisioneros.
Final
La última y final columna de huelguistas que quedaba
activa era la dirigida por José
Font, más conocido como Facón Grande, en la zona de Ferrocarril Patagónico. Este dividió sus
fuerzas en dos columnas, una de 300 hombres hacia el sur de Puerto Deseado, en
Bahía Laura, y la otra liderada por "Facón Grande" hacia Pico
Truncado. Ocuparon el poblado de Las Heras y dejaron a cargo al delegado
Antonio Echevarría. El 18
de diciembre Varela envía un tren de
exploración desde Puerto Deseado, que llega a Las Heras a cargo del subteniente
Jonas. Retoma Las Heras sin resistencia y fusila a Echevarría y a otros
dirigentes huelguistas.
El 20
de diciembre Varela arribó a la estación Tehuelches informado sobre un
campamento de huelguistas. Al llegar, se produce el único acto organizado de
resistencia contra el ejército en toda la campaña: en el combate son heridos al
menos dos soldados conscriptos (Peralta y Salvi), y es muerto el soldado
conscripto Fernando Pablo Fischer,el
favorito de Varela. Entre los huelguistas hubo al menos tres muertos y varios
heridos. Varela y su grupo tuvieron que retroceder hasta la estación Jaramillo. Desde allí envía al gerente
de La Anónima, Mario Mesa, a parlamentar con "Facón
Grande", y les promete respetar la vida de todos y acceder a sus
demandas si se rinden. Luego de una asamblea, los obreros deciden entregarse en
la estación Tehuelches el 22
de diciembre. Contrariamente a lo prometido, Varela fusila a Facón Grande,
a Leiva y al menos a medio centenar de obreros.
Al exterminar al último grupo de huelguistas, las tropas
del ejército se dedicaron a rastrillar toda la provincia de Santa Cruz en busca de
los huelguistas dispersos. El ejército perseguirá a los huelguistas, los irá
atrapando y fusilando sumariamente. El 26 de diciembre, el cabo Domingo
Montenegro muere al recibir un disparo accidental de un compañero, el soldado
conscripto Eusebio Peralta. La campaña finalizó el 10 de
enero de 1922.
En total, 300-1500 obreros y huelguistas resultaron muertos.
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