miércoles, 25 de noviembre de 2015

" GOLPE DE ESTADO EN ARGENTINA"

EL TEMA DEL QUE VAMOS HABLAR SE TRATA SOBRE " GOLPE DE ESTADO EN ARGENTINA".  :)
En Argentina los seis golpes de Estado exitosos se realizaron durante el siglo XX, en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Los cuatro primeros establecieron dictaduras provisionales en tanto que los dos últimos establecieron dictaduras de tipo permanente según el modelo de Estado burocrático-autoritario (EBA). El último impuso un Terrorismo de Estado, en el que se violaron masivamente los derechos humanos y se produjeron miles de desaparecidos.


En los 53 años que transcurrieron desde el primer golpe de Estado exitoso, en 1930, hasta que cayó la última dictadura cívico-militar en 1983, los militares gobernaron 25 años, imponiendo 14 dictadores con el título de Presidente, uno cada 1,7 años en promedio. En ese período todas las experiencias de gobierno elegidas democráticamente (radicales, peronistas y radical-desarrollistas) fueron interrumpidas mediante golpes de Estado.

ELEGIMOS UNO EN PARTICULAR; "GOLPE DEL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1930"
*El golpe militar del 6 de septiembre de 1930 fue liderado por el General José Félix Uriburu y derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el general Uriburu había sido uno de los organizadores de la Revolución de 1890, un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical.
El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como presidente Provisional de la Nación por la Corte Suprema mediante la acordada que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares.1
Uriburu designó a un civil en el cargo de Ministro de Economía, José S. Pérez, vinculado a los grandes terratenientes y a los sectores más conservadores.2
Uriburu básicamente representó en aquel momento ante todo un nacionalismo católico neocorporativista. Inclusive el proyecto de constitución neocorporativa que tenía Uriburu y sus sectores era un sistema neocorporativo mixto. Querían que hubiera una cámara corporativa, por ejemplo, con representación de sindicatos, empresarios y otra cámara con representación política. Eran proyectos neocorporativos. Ideológicamente yo creo que era muy tributario del nacionalismo católico, que desde los años ’20 venía creciendo en Argentina. 3
Uriburu le encomendó al poeta Leopoldo Lugones la redacción de la proclama revolucionaria, pero la primera versión fue acusada de fascista por parte del coronel José María Sarobe y el general Agustín P. Justo, que representaban el liberalismo conservador tradicional de la Argentina4 . Lugones debió entonces modificarla. Este texto llamado «La hora de la espada» anunciaba el deterioro de la democracia, su inestabilidad y su devenir hacia la demagogia.
Una de las primeras medidas de Uriburu fue establecer una estructura estatal represiva ilegal, creando una "sección especial" de la policía para utilizar sistemáticamente la tortura contra los opositores, siendo la primera en utilizar la electricidad con tal fin, mediante las picanas diseñadas para el ganado.5 La Sección Especial continuó en actividad en los gobiernos posteriores e intervino en 1951 en las torturas del llamado Caso Bravo durante el gobierno de Juan Domingo Perón.6
Al no tener apoyo político para instaurar el régimen político que se proponía, Uriburu llamó a elecciones pero dispuso proscribir la participación en ellas del radicalismo. La reinstauración democrática fue falaz, restringida y controlada por las Fuerzas Armadas y dio origen a una serie de gobiernos conservadores fraudulentos y corruptos que fueron conocidos como la Década Infame.7 8 El 20 de febrero de 1932, el general José Félix Uriburu le entregó el poder al general Agustín P. Justo, verdadera fuerza material del golpe de Estado; que si bien proponía este, pretendía un gobierno democráticoconservador y restringido.
 El golpe de 1930 no fue una excepción. Historiadores, políticos y periodistas han dicho lo que mejor les ha parecido. Y hasta Gardel se dio el gusto de dedicar un tango a la jornada “patriótica”. Como va a suceder con los golpes posteriores, el 6 de septiembre la marcha militar contó con el apoyo de amplios sectores sociales. Después se discutirá si ese apoyo fue la espuma o el contenido real de la jornada, pero después, no antes.

Según se mire, el golpe se produjo porque Yrigoyen estaba viejo, porque quería nacionalizar el petróleo, por las rencillas internas de los radicales, porque la prensa -particularmente el diario Crítica, de Botana- estaba comprometido en lo que hoy se llamaría una campaña “destituyente”, porque los estudiantes universitarios salieron a la calle a pedir la renuncia del “César octogenario”, porque la crisis económica que había estallado en Wall Street impactaba sobre la calidad de vida de las clases medias, porque las intervenciones a las provincias eran consideradas una prueba más del carácter despótico del gobierno, porque los militares estaban convencidos de que les correspondía desempeñar un rol tutelar, porque para la clase dirigente la ley Sáenz Peña era la fuente de todos los males. En consecuencia, frente a tantos porqués, la mejor alternativa era un gobierno de orden, un gobierno que hiciera realidad el deseo expresado por Lugones de que “la hora de la espada” había llegado.

Todos estos motivos fueron reales más allá de su razonabilidad o certeza. Corresponde al historiador ordenarlos, darles un sentido, un significado de acuerdo con los interrogantes que pretenda responder. De todos modos, y más allá de las polémicas historiográficas abiertas, lo que está fuera de discusión es que el 6 de septiembre se interrumpe el ciclo institucional iniciado con la ley Sáenz Peña para algunos, o después de la batalla de Pavón para otros.

Los militares llegan al poder y llegan al poder para quedarse. Desde esa fecha y hasta 1983 las Fuerzas Armadas serán protagonistas activas del sistema político. Decidirán quién debe gobernar y cómo debe hacerlo. La responsabilidad de los militares en las asonadas golpistas está probada. Se creyeron los salvadores de la Patria, la última reseva moral de la Nación y, sobre todo, los autorizados para decidir quiénes debían vivir y quiénes debían morir. Su responsabilidad es inexcusable pero no es única. Hay también una responsabilidad de toda la clase dirigente, es decir de empresarios, políticos, intelectuales, sindicalistas, opinión pública. Sería injusto, por lo tanto, decir que los únicos malos de la película fueron los militares, pero también sería injusto desconocer el rol preponderante que ellos jugaron.

En 1930, todos los componentes que luego van a estar presentes en la historia argentina durante medio siglo, ya eran visibles. Cuando Lugones anuncia en Lima que había llegado la “hora de la espada”, sabía de lo que hablaba. El mundo de entonces crujía acuciado por la crisis. Las democracias eran cuestionadas en nombre de las dictaduras corporativas y totalitarias. El liberalismo del siglo XIX retrocedía impotente, y quienes en otros tiempos ponderaban los beneficios de la república ahora miraban con buenos ojos la experiencia de Mussolini o los ensayos teóricos de Maurras.

En la Argentina, Hipólito Yrigoyen había llegado a la presidencia “plebiscitado” por un aluvión de votos. En 1928, los voceros de las clases tradicionales empezaban a creer que por el camino de las elecciones era imposible recuperar el poder. Es interesante leer la literatura de la época para observar cómo determinadas ideas que en otras circunstancias serán consideradas estrafalarias y hasta ridículas, empiezan a adquirir entidad intelectual y a impregnar con su retórica el sentido común de políticos, intelectuales y empresarios. Fue en esos años que comenzó a cuestionarse el sufragio universal. También adquirirá estatus intelectual el criterio de que las sociedades deben ser gobernadas por los mejores ¿Y quiénes son los mejores? Los que reúnen el prestigio del dinero y el saber... en ese orden.

El nacionalismo, en su versión revisionista, seducirá a los jóvenes patricios. La democracia será considerada la principal responsable de los males nacionales. El otro responsable será el inmigrante con sus ideas estrafalarias, sus hábitos vulgares, sus miserables ambiciones. Una sociedad jerárquica será presentada como la solución. Si la Argentina fuera gobernada como un cuartel, todos seríamos felices, decían.

Todo esto no hubiera ido más allá de una de las tantas distracciones intelectuales de moda si no se hubieran creado condiciones reales que transformaran esas ideas en acciones concretas. Es verdad que, para 1930, el gobierno radical era inoperante e Yrigoyen daba señales alarmantes de senilidad, pero reducir la crisis a la vejez de Yrigoyen o a la corrupción radical es un detalle menor, sobre todo si se lo compara con un factor decisivo, un “dato” que habrá de precipitar la crisis no sólo en la Argentina sino en el mundo. Me refiero al derrumbe de la bolsa de valores de Wall Street.

Conviene detenerse en este punto porque es representativo no sólo de uno de los aspectos centrales de la crisis de 1930, sino de los modos singulares con que las crisis operan sobre las sociedades. La crisis de 1929 es considerada hoy por los economistas como la crisis más grave que sufrió el capitalismo en el siglo veinte. Alteró todas las reglas de juego existentes, definió un antes y un después en la historia y, para más de un estudioso, fue la responsable de la Segunda Guerra Mundial.

La crisis fue grave no sólo por sus consecuencias materiales, sino porque los operadores económicos y políticos de entonces fueron sorprendidos por ella. En el futuro, el capitalismo atravesará por crisis parecidas e incluso más serias, pero habrá instrumentos para controlarlas o mitigarlas. En 1930 estos instrumentos no estaban, y más de un economista burgués creyó que efectivamente se cumplía la profecía de Marx de que el capitalismo se hundiría víctima de sus propias contradicciones.

En la Argentina el modelo primario exportador llega a su fin en 1930. Un modo de acumulación capitalista exitoso durante más de medio siglo se agotaba y era necesario pensar alguna otra salida para un mundo donde las naciones centrales abandonaban el laissez faire, levantaban barreras arancelarias, empezaban a comprar menos materias primas -o a comprarlas en otros lados- y a pagar precios más bajos. Conclusión: los fundamentos que constituyeron la base de la riqueza durante más de cincuenta años desaparecían o se transformaban.

No se puede entender la filiación del golpe de Estado del treinta al margen de la crisis de Wall Street. Lo interesante, de todos modos, es que los protagonistas de aquellos años fueron los primeros en ignorarla. Todos los debates abiertos en 1930 en Buenos Aires excluyen sorprendentemente a la crisis. Se habla de la corrupción, de la senilidad de Yrigoyen, de la parálisis administrativa, pero no hubo un diputado, un senador, un periodista, un político que ubicara a la crisis como el marco adecuado para entender en su totalidad el devenir de los acontecimientos.

La moraleja es aleccionadora para quienes pretenden descalificar a los historiadores con el peregrino argumento de que “a mí no me la vas a contar porque yo la viví”. En este caso, el “haberla vivido” demuestra que no es ninguna garantía de verdad. Por entonces, ni la izquierda, ni la derecha, ni los civiles, ni los militares, ni los radicales, ni los conservadores se percataron de que en esas jornadas sacudidas por las conspiraciones y las movilizaciones callejeras, el mundo y su economía dominante crujían en sus bases y que ese crujido era el anticipo de transformaciones y cambios que lanzarían a los hombres a una década signada por ensayos políticos que serán la antesala de nuevas desgracias e imprevisibles tragedias. 

*LAS CAUSAS DEL GOLPE DE ESTADO SON LAS SIGUIENTES:
1) La crisis económica mundial de 1929, tuvo inmediatas repercusiones en la economía argentina.
2) Los problemas económicos enfrentaron al gobierno deYrigoyen con todos los grupos sociales que lo habían apoyado. 
3) En 1929 todo el sistema de control del gobierno radical, dependía de seguir manteniendo alto el gasto público. Ante la crisis,Yrigoyen disminuyó su ritmo hasta que llegó un momento en el que resultó insuficiente para sostener la estructura creada.
4) El descontento militar con la administración yrigoyenista.
5) Elavance de una corriente de opinión antidemocrática que ponía en duda los beneficios del voto universal, el sistema liberal democrático era incapaz de revertir la situación.
6) El avance deldiscurso nacionalista, que definía a la democracia como “la dictadura incontrolable de la chusma y de los demagogos”. Lentamente fue tomando forma la idea de presentar al Ejército como elinstrumento más preparado para superar la crisis y regenerar los valores perdidos por la demagogia imperante.
7) El Congreso había dejado de ser operativo como cuerpo legislativo, y en esto le cabiauna gran responsabilidad a los legisladores yrigoyenistas.

LA DEMOCRACIA EN ARGENTINA:
El 30 de octubre de 1983 es una de esas fechas felices en el calendario de los argentinos. Por primera vez después de diez años y tras la dictadura militar más sangrienta de la historia, cerca de 15 millones de compatriotas se lanzaron a "llenar de votos las urnas", como le había anunciado Raúl Alfonsín al dictador Leopoldo Galtieri apenas un año y medio antes de esa fecha.
Ese día, se produjo el "inicio del fin" del viejo país de los golpes de Estado y de la prepotencia militar, pero también el comienzo de esperanzas truncas y de realidades desencantadas que significó la democracia. 
Sin dudas, se trata de una bisagra en nuestra memoria reciente, y el comienzo de un largo camino de aprendizaje sobre la pluralidad, el diálogo, las luchas contra la represión, la adquisición de más y más ciudadanía y el descubrimiento permanente de las cualidades de un Estado de Derecho.
El resultado de los comicios arrojó, bien entrada la noche –millones de argentinos se reunieron frente a los televisores, muchos de ellos aún en blanco y negro, hasta altas horas de la madrugada para esperar los resultados casi como una liturgia–, la sorpresiva victoria de la fórmula radical integrada por Raúl Alfonsín-Víctor Martínez (51,75% de los votos) contra el lema justicialista formado por Ítalo Lúder-Deolindo Bittel (40,16%). 

a) La Democracia Fallida: Entre 1810 y 1852, se abrió un proceso de ampliación de derechos para los distintos sectores sociales y de construcción de un Estado de Derecho, pero las tendencias elitistas, censitarias y centralistas conspiraron contra la construcción de un sistema republicano y democrático que pudiera plasmarse en una Constitución. Las guerras civiles se llevaron puesta la posibilidad de una democracia institucionalizada.
b) La Cuasi Democracia: Entre 1853 y 1916, la Argentina obtuvo su propia constitución, pero las prácticas políticas semimafiosas de los partidos, el fraude electoral permanente, la designación a dedo de los presidentes, la participación minoritaria de la sociedad en el sistema político obliga a replantear seriamente si ese Estado de Derecho era verdaderamente democrático. El "Orden Conservador" era en realidad una república oligárquica.
c) La Democracia Imposible: Entre 1916 y 1983, el corto siglo XX de los argentinos, nuestro país sufrió con crueldad un empate hegemónico entre los partidos de mayorías –el yrigoyenismo y el peronismo, fundamentamente– y el partido militar –erigido por sí mismo como guardián del Orden Conservador derribado por la voluntad popular en las urnas–. En casi 70 años, se produjeron seis golpes de Estado, hubo 13 años de elecciones fraudulentas, 18 de dictaduras militares y otros tanto de proscripción del sector mayoritario de la población que quería votar al peronismo y no lo dejaban. De gobiernos democráticos plenos, más allá de las chicanas, hubo 12 años del tándem Yrigoyen-Alvear, nueve del primer peronismo y tres del último peronismo. Prácticamente nada. Lo demás fue jaqueo de la vieja oligarquía a través de las Fuerzas Armadas.
d) La Democracia Posible: Entre 1983 y la actualidad, los argentinos hemos conquistado "una democracia". Posiblemente no sea perfecta, pero es la más eficaz y eficiente en estos 200 años. 



TRABAJO HECHO POR MELINA ROJAS Y LOURDES GALLARDO.

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